¿Estás preocupado por tu hijo adolescente? Conoce las señales de alerta emocionales y de conducta que indican cuándo es momento de buscar ayuda psicológica.
Si te estás haciendo esta pregunta, ya estás dando el paso más importante: estar atento y conectado con el bienestar de tu hijo.
Entendemos que discernir entre los altibajos normales de la adolescencia y una verdadera señal de alerta puede ser confuso y angustiante.
Esta guía está diseñada precisamente para eso: para darte claridad y confianza, no para generarte más miedo.
Es fundamental ver la terapia no como un último recurso para problemas "graves", sino como lo que realmente es: una herramienta de apoyo valiosa y proactiva.
Piensa en un psicólogo como un entrenador para la salud emocional, alguien que puede darle a tu hijo herramientas y estrategias para navegar una de las etapas más complejas de la vida.
A continuación, te presentamos una lista clara de señales de alerta, divididas por categorías, para ayudarte a tomar una decisión informada, amorosa y responsable.
Esta lista no es un cuestionario de diagnóstico, sino una guía de observación.
La clave no es la presencia aislada de una señal, sino un patrón persistente de varias de ellas que afecta negativamente la vida diaria de tu hijo adolescente.
No se trata de un mal día, sino de una nube gris constante que no parece disiparse.
Puede que lo escuches decir frases como "nada importa" o "esto nunca va a mejorar".
Si los portazos y las respuestas cortantes se han convertido en la norma y su mecha parece cada vez más corta, presta atención.
A menudo, la depresión en adolescentes se enmascara con enfado.
Ha dejado el equipo de fútbol, ya no dibuja, no quiere ver a sus amigos... esa pasión que tenía por sus hobbies parece haberse extinguido.
Se preocupa de forma desproporcionada por el futuro, los exámenes, su vida social o incluso por la seguridad de la familia.
Esto puede manifestarse con síntomas físicos como dolores de cabeza o de estómago.
Evita activamente a amigos y familiares, prefiriendo pasar todo el tiempo encerrado en su habitación. Ha cortado lazos con amigos que antes eran importantes.
Duerme mucho más de lo habitual (hipersomnia) o sufre de insomnio y le cuesta conciliar el sueño o se despierta a menudo (insomnio).
Una pérdida o ganancia de peso significativa sin una razón médica aparente, o un cambio drástico en sus hábitos alimenticios.
Esto puede incluir el consumo de alcohol o drogas, pequeños hurtos, vandalismo o un comportamiento sexual de alto riesgo que parece impulsivo y poco meditado.
Una falta de interés notable y continua en ducharse, cambiarse de ropa o en su apariencia general.
Un estudiante que mantenía buenas notas de repente empieza a suspender, a no entregar trabajos o a mostrar una total apatía por la escuela.
Se mete en peleas, tiene conflictos recurrentes con los profesores o empieza a faltar a clase sin justificación.
Se ha alejado de su círculo de amigos de siempre y ahora se junta con un grupo que parece tener una influencia negativa en él.
Si observas cualquiera de las siguientes señales, el momento de actuar no es mañana, es AHORA. Tu intervención es crítica.
Tómate en serio cada comentario, incluso si parece dicho "de broma" o para llamar la atención.
Descubrir cortes, arañazos o quemaduras en sus brazos, piernas u otras partes del cuerpo.
AVISO URGENTE: Si tu hijo presenta alguna de estas tres señales, no esperes. Acude al servicio de urgencias más cercano o contacta con una línea de crisis de prevención del suicidio en tu país. La seguridad es la prioridad número uno.
Reconocer las señales es el primer paso. El segundo es actuar desde la calma y el apoyo. Aquí te explicamos cómo.
El objetivo es presentar la terapia como un equipo, no como un castigo. Escoge un momento tranquilo y privado. Tu tono es crucial.
Frase de ejemplo 1 (Enfocada en la observación y el apoyo): "He notado que últimamente pareces más triste/irritable y me preocupo mucho por ti porque te quiero. He pensado que hablar con alguien neutral y experto podría darte herramientas que yo no tengo para sentirte mejor. ¿Qué te parece si lo investigamos juntos?"
Frase de ejemplo 2 (Enfocada en la solución de problemas): "Veo que las cosas en la escuela/con tus amigos han estado muy difíciles últimamente. Sé que estás luchando. A veces, tener un punto de vista externo nos ayuda a ver las cosas de otra manera. Un psicólogo es como un coach que te ayuda a gestionar el estrés. Podríamos buscar a alguien que te genere confianza."
No todos los psicólogos son iguales. Buscar al indicado es clave para el éxito.
Es una reacción común. Primero, valida su sentimiento ("Entiendo que no te guste la idea"), pero mantente firme en tu decisión desde el amor ("Mi responsabilidad como tu padre/madre es cuidar tu bienestar, y esto es parte de ello").
Puedes proponer un acuerdo: "Vamos a tres sesiones. Si después de tres sesiones sigues sintiendo que no te ayuda en absoluto, lo reevaluamos".
A menudo, una vez que empiezan y conocen al terapeuta, su resistencia disminuye.
Absolutamente no. De hecho, significa todo lo contrario. Significa que eres un padre o madre atento, valiente y con los recursos suficientes para reconocer que no tienes por qué tener todas las respuestas.
Buscar ayuda profesional es un acto de fortaleza y un profundo gesto de amor hacia tu hijo.
Sí, la confidencialidad es un pilar fundamental de la terapia. El psicólogo creará un espacio seguro donde tu hijo pueda expresarse libremente.
Sin embargo, un terapeuta ético también te explicará los límites de esa confidencialidad. Por ley, están obligados a romperla si tu hijo expresa intenciones de hacerse daño a sí mismo, de dañar a otros, o si revela ser víctima de abuso.
Normalmente, se establecen acuerdos claros sobre qué información se comparte con los padres, siempre con el objetivo de ayudar al adolescente.
Llegado a este punto, queremos que te quedes con una idea central: confía en tu instinto de padre o madre.
Si algo dentro de ti te dice que la situación de tu hijo va más allá de un "mal momento adolescente", escúchate.
Es infinitamente mejor buscar una evaluación profesional y descubrir que no era nada grave, a ignorar una señal de alerta y permitir que un problema crezca en silencio.
Navegar la adolescencia es un reto para ellos y para nosotros. No tienes que hacerlo solo.
Buscar ayuda para tu hijo no es admitir una derrota, es uno de los mayores actos de amor y fortaleza que puedes realizar. Es darle las herramientas para que construya una vida adulta más sana y feliz.
Si has identificado varias de estas señales, el momento de actuar es ahora.
Busca un profesional de la salud mental en tu área y da el primer paso hacia el bienestar y la tranquilidad de tu hijo y de tu familia.
Sabemos que dar ese primer paso puede generar dudas sobre por dónde empezar. Si te encuentras en la región, queremos facilitarte ese camino.
Te invitamos a conocer a nuestro equipo de psicólogos en Querétaro, listos para crear un espacio seguro y de confianza para tu hijo, así como a nuestros psicólogos en Orizaba, comprometidos con el bienestar y la tranquilidad de tu familia.
¿Tienes dudas? Escríbeme por WhatsApp y agenda tu consulta
• Licenciatura en psicología por la Universidad Iberoamericana Puebla (Cédula: 9527960) • Máster en Intervención Psicológica de los Trastornos de la Conducta Alimentaria y la Obesidad por la Universidad de Barcelona. • Especialidad en terapia para adolescentes
• Psicólogos en Querétaro
• Psicólogos en Orizaba
• Psicólogos en Córdoba
• Psicólogos en Veracruz
¿Tienes dudas? Escríbeme por WhatsApp y agenda tu consulta